¿QUÉ HAS HECHO DINA, POR QUÉ LO HAS HECHO?
En la tarde del 7 de diciembre
pasado, Dina Boluarte Zegarra juró como Presidente Constitucional de la
República. Lejos de presentar su renuncia inmediata como lo prometió en
incontables oportunidades (“Si vacan a Castillo, me voy con él”), hizo
todo lo contrario. Sí, TODO. Ahí mismo, en el hemiciclo, pidió “tregua”
para gobernar. Minutos después declaró que dirigiría al país hasta el 2026,
hasta recular recientemente al señalar que las elecciones generales podrían ajustarse
a diciembre de 2023. Paralelamente, la ciudadanía ante el hartazgo de más de lo
mismo (o quizá peor) en el poder decidió salir a las calles a protestar. Las
marchas, inicialmente en la región de Apurímac, pronto se extendieron a otras
ciudades (Cusco, Arequipa, Moquegua). En tanto, la estrenada Jefa de Estado
tomaba su tiempo (de 3 días) solo para armar gabinete, y más para tertulias con
alguno congresistas que fueron a saludarla.
Ante la asonada violentista de
grupos radicales infiltrados en las comentadas marchas, el Doctor Pedro Angulo
(por si acaso es el actual Premier) anunciaba que los ministros (sin ofrecer
nombres) irían a las zonas de conflicto para dialogar con la población. Casi en
simultáneo, denotando cansancio prematuro, el Ejecutivo decretó el estado de emergencia,
primero en las ciudades mencionadas, aunque veinticuatro horas después y de
manera inexplicable lo extendieron a nivel nacional. Sí, además de inexcusable,
pues coincidimos con lo expresado por un tuitero “no tuvimos golpe de
estado, pero sí un país militarizado”. Y, aunque luego fueron más
cautos (si cabe la expresión) en focalizar el toque de queda, lo real es que
hasta el momento tenemos a buena parte de nuestro territorio en acrecentada convulsión
social.
Tiene razón el legislador Guido
Bellido al indicar que la señora Boluarte Zegarra tiene legalidad pero no
legitimidad para gobernar. Digámoslo fuerte y claro: Las huestes Castillistas
no la quieren. Nosotros tampoco. Solo le quedan los caviares, y estos no
quieren a nadie, más que a sí mismos y a su billete (sobre todo esto último).
Ya la utilizaron para llegar a Palacio (como lo hicieron en su momento con su
predecesor al nombrar a Mirtha Vásquez en la PCM y Avelino Guillén en Interior,
quienes al dejar el puesto se fueron literalmente “pateando la puerta y
rompiendo las ventanas”), pero pronto la abandonaran.
Y, si no fuera
suficiente el complicado panorama político, dos renuncias se han presentado: Cultura
(Jair Pérez) y Educación (Patricia Correa). Esto corrobora la tamaña improvisación
por parte de doña Dina al reclutar personal para tan más alto cargo. Un
ministro/a no solo debe estar preparado para gestionar en tiempos de paz, sino
también en situaciones de riesgo como las que estamos enfrentando.
La salida a esta
crisis es incierta. Van 18 peruanos muertos producto de actos violentistas. Las
investigaciones determinarán las responsabilidades. No pretendamos hacerlo, a
priori, con nuestra Policía Nacional y Fuerzas Armadas, quienes realizan un
trabajo, por demás estupendo. Estas execrables acciones cometidas (cierres de
vías, destrucción de la propiedad pública y privada, etc.) conllevarán en un
mediano plazo a faltas de empleo lo que incrementará la precariedad laboral
existente.
La renuncia aguarda, ya no en alguna gaveta con llave, sino encima del escritorio. Caso contrario, y parafraseando a la exprimera dama Lilia Paredes, la ciudadanía pronto le preguntará ¿Qué has hecho Dina, por qué lo has hecho?.
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