SIN EQUILIBRIO NO HAY PODERES
En
la ceremonia de clausura del año académico 2019 de la Escuela de Oficiales de
la FAP, Martín Vizcarra declaró: “…. (Sic)…. Por muchos años el
país ha convivido por la corrupción, que fue tolerada e incluso justificada
como un mal endémico enquistado en la estructura del Estado y con participación
de agentes privados que se beneficiaban de ellos”.
¿A qué corrupción se refiere
nuestro gobernante de facto?.
Vizcarra se ha excusado diciendo
que la disolución del Parlamento se debió al obstruccionismo de sus miembros
(en concreto de Fuerza Popular). Transcurrido poco más de sesenta días desde el
30-S, la realidad nos muestra que las cosas no son así. Primero, la forzada
renuncia de tres ministros, no por hartazgo ni estrés, sino por presuntos
hechos de corrupción (el último, Petrozzi al haber presionado a dimitir al
incómodo Hugo Coya, expresidente de IRTP, develando además el envenenamiento a
Vizcarra por parte de dos asesoras palaciegas). Dos, el “redescubrimiento” de presuntos
actos de corrupción del ministro Edmer Trujillo, amigo personal del golpista,
mientras fue Gerente General del GORE Moquegua (al término de la gestión ordenó
el pago de S/ 41 millones fraccionado en 133 comprobantes a favor del Consorcio
Hospitalario, integrado por las empresas INCOT e ICCGSA, esta última vinculada
al “Club de la Construcción”). Tercero, la detección
de presuntos hechos de corrupción por parte de la Contraloría a varios ex-funcionarios
que laboraron junto a Trujillo en dicha entidad regional, de los cuales cuatro trabajan
actualmente en el mismo MTC y en el Ministerio de Vivienda (Cesar Ramos,
Director Ejecutivo del Programa Agua Segura para Lima y Callao). Curiosamente,
el titular de dicho portafolio -entendemos
en un exceso de verborrea- apuntó “¿Por qué no
puede seguir trabajando? Mientras que el señor demuestre que profesionalmente
cumple con los trabajos que se le encargan, no tendría por qué (sacarlo del
cargo) y estamos en una lucha frontal contra la corrupción…. (Sic)…. Hay muchas
personas que son corruptas y han salido fuera de este gobierno” (La
República, 16.12.2019).
Como reza el refrán: “A confesión de partes, relevo de pruebas”.
Estas y más, son las presuntas
denuncias vinculadas a hechos de corrupción que -hasta ahora- salpican a este precario gobierno. Asimismo, el prematuro
encierro carcelario de su ex-amigo Villanueva debe haber puesto en serios
aprietos emocionales al propio Vizcarra, pues más allá de lo que éste pueda
decir en contra del último, lo cierto es que esta judicialización de la
política (LAWFARE) que el mismo Vizcarra pregona y alienta, le significará a
mediano plazo un serio revés; es decir, conoce perfectamente que al acabar su
entronización en el poder (probablemente, y esperemos que así suceda, en julio de
2021) literalmente le “lloverán” denuncias que hasta hoy están siendo
archivadas, postergadas u olvidadas.
A esto, agregar el panorama
político sombrío que se le avecina de cara a las próximas elecciones
congresales de enero próximo. IPSOS (RPP, 15.12.2019) refiere que el 51%
de los encuestados aún no decide por quién votará, y si las elecciones para el nuevo Congreso fueran
mañana un 11% elegiría a Acción
Popular, seguido por Fuerza
Popular con un 8%.
Sin
embargo, sabemos que Vizcarra no se amedrentará frente a esta situación, y
proseguirá con el excesivo protagonismo público y su monotemático discurso de “lucha Fontal contra la corrupción” (la
ajena, por cierto).
Desde
luego, tales excesos y comportamiento del envenenado golpista tienen su origen,
ya conocido y comentado repetitivamente: La ausencia del equilibrio de poderes.
Hace 230 años, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en su
Artículo 16° señaló “Una sociedad en la
que no esté establecida la garantía de los derechos, ni determinada la
separación de los poderes, carece de Constitución”.
Entendamos de una vez que por más que no nos guste
determinado funcionario público de un poder del Estado, nos encontramos en la
obligación -constitucional y legal-
de respetar y hacer respetar su mandato por el cual fue elegido. Caso
contrario, estaremos condenados a repetir todo esto que hoy estamos viviendo y
sufriendo, y que nos costará -y bastante-
empezar a recuperarnos como sociedad.
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