ANÍBAL TORRES, NI MUCHACHITO, NI TONTO

El último jueves, Aníbal Torres Vásquez se presentó ante el Parlamento para hacer “cuestión de confianza” sobre el proyecto de ley que pretende derogar la norma que modifica la Ley de Participación y Control Ciudadano. Después de su alocución, diversos Congresistas criticaron al Premier, pues tal figura jurídica no estaba referida a materias de competencia del Ejecutivo. Consciente de ello, amenazó con renunciar si le era rehusada la misma. Chasco total.

Al día siguiente, en la inauguración de un polideportivo en Tarapoto, Torres Vásquez agravió a los niños de los distritos capitalinos de San Isidro y Miraflores, aduciendo que son deformados mentalmente (complejo de superioridad). De inmediato, ambas comunas mostraron su completo repudio. Distinta fue la reacción de la Defensoría del Pueblo rechazando las declaraciones de “autoridades del Estado”, sin identificar al agresor. Tibios, demasiado.

Siguiendo el aciago libreto, en Palacio de Gobierno, Pedro Castillo Terrones dijo que “el niño que usa un poncho en la sierra es igual al niño de San isidro y Miraflores”. De terror. Lo cierto es que no fue la primera vez -ni será la última- que así se manifieste (en marzo de este año, expresó a la población puneña que “no debemos sentirnos menos de los que viven en San Isidro y Miraflores”). ¿Acomplejado?. Sí, aunque la funesta trama va un poco más allá.

El pasado sábado, el prosor hizo entrega de 14 cheques por S/ 30 millones a organizaciones de mujeres agrarias. Así de fácil. Y simple. ¿El marco normativo que amparó ese gasto?. El mismo que utilizó cuando hace unos días en San Martín participó en la entrega de 15 camionetas para las rondas campesinas. No existe norma alguna que justifique tal derroche dinerario. Pero eso no importa. Lo que sí, es el aprovechamiento político (a sabiendas que en el Congreso no llegan a los votos para la vacancia) para captar apoyo de la población mayoritariamente rural, que son por lo general la más necesitada y en algunos casos, manipuladas.

Entonces, la pretendida cuestión de confianza fue un globo de ensayo planteado por el Premier como un efecto distractor, demostrando además con sus beligerantes acciones antidemocráticas, por un lado, el seguir posicionándose férreamente al lado de Castillo (que utiliza el mismo lenguaje procaz), y de otro, polarizar aún más el país con sus discursos clasistas, aunado a las entregas millonarias (dádivas) a una población vulnerable. Ni muchachito, ni tonto.

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