TE VEO VENIR SOLEDAD

En el festivo día de San Pedro y San Pablo, el condenado por corrupción y dueño de la franquicia Perú Libre, Vladimir Cerrón, exigió a través de un comunicado a Pedro Castillo Terrones su renuncia como militante de dicha agrupación política. Notificado a través de las redes sociales, un tímido mandatario declaró estar evaluando las acciones a tomar. En la mañana siguiente, hizo pública su irrevocable decisión ante el Jurado Nacional de Elecciones, expresando que “tal decisión obedece a mi responsabilidad como presidente de 33 millones de peruanos…”.

Paralelamente, el Parlamento censuraba a Dimitri Senmache como Titular de la cartera de Interior, con 78 votos a favor, de los cuales 11 fueron del partido del lápiz. La razón de la interpelación y posterior cese del hoy exministro fue la facilitación de la fuga de Juan Silva, otrora todopoderoso ministro de Transportes y Comunicaciones, hombre de absoluta confianza de Castillo Terrones. Por la noche, en entrevista televisiva, un nervioso Semanche declaró en referencia a Silva que “un prófugo de la justicia que se encuentra fuera del país…”, para inmediatamente negarlo repetidamente. ¿Lapsus o represalia contra el prosor?. Difícil saberlo, aunque las evidencias hablan por sí mismas. Al rato, el abogado del requisitoriado Silva comunicó que cuando su patrocinado se ponga a derecho involucrará a personajes del más alto nivel”. Pregunta ¿qué personaje político puede estar por encima de un ministro?. Saquemos nuestras propias conclusiones.

Lo que sí no admite duda ni murmuraciones es el evidente y creciente desamparo que envuelve al aún Presidente de la República. Habiendo logrado ganar la segunda vuelta electoral (con o sin trampa, igual saquemos nuestras propias conclusiones) con el 50+1 de los votos, hoy apenas se mantiene en dos dígitos de popularidad; ello, a pesar de su casi veintena de Consejos de Ministros descentralizados en los que ofrece, ofrece y ofrece. Y esto, al pueblo confiado pero no tonto, ya no convence. Y mientras sigue desgastándose en falsas promesas (la gran mayoría, por no decir todas, sin criterio técnico-legal alguno), su Premier literalmente lo torpedea (afirmó, por ejemplo, que hay un sector que busca la vacancia dentro de los cuales se encuentran el Ministerio Público y el Poder Judicial), generándose un repudio.

En cuanto a su relación con la clase política, en particular con la representativa en el Hemiciclo, Castillo desistió de recibir a la Comisión de Fiscalización, habiendo previamente confirmado que sí lo haría. El resultado, tal como se esperaba, fue la aprobación -por mayoría- de un informe recomendando acusar constitucionalmente a Castillo Terrones por los presuntos delitos de organización criminal, negociación incompatible y aprovechamiento indebido del cargo.

Y, como si todo esto ya no fuera suficiente, la semana pasada, Aníbal Torres anunció que el gobierno estaría presentando el proyecto de ley que crea el delito por difusión de información fiscal. De inmediato surgieron feroces críticas de todos los medios de comunicación (la tildaron peyorativamente como “ley mordaza”), y calificada como atentatorio a la libertad de prensa. Literalmente, el ilustre chotano se pelea con todo el mundo.

Día que pasa, lento pero muy seguro de sí mismo, Pedro Castillo debe andar parafraseando el título de la canción de Franco de Vita “te veo venir soledad”, pues cuando llegue, y será pronto, ya todo estará consumado.

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